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Recapitulando

enero 12, 2013
Esta era una de las batallas hace 5 años. ¿Quién ganó?

Esta era una de las batallas hace 5 años. ¿Quién ganó?

Hace mucho tiempo (en una galaxia muy lejana) comencé a escribir este blog.

Han pasado muchos años desde que comencé a escribir este blog, solamente 5 años pero en términos informáticos 5 años son una era. Y en esa era muchas cosas han cambiado.

En ese entonces mi mayor preocupación era evangelizar sobre la buena nueva del software libre contra el software comercial. Mi postura era que el software libre era más barato, más democrático, más poderoso, más eficiente y principalmente más seguro que el software comercial. En consecuencia, y como lo más importante y básico de una computadora en cuanto a software es su sistema operativo, pregonaba la superioridad del GNU/Linux en contra de Windows como pilar fundamental para alcanzar un desempeño óptimo, eficiente y seguro en los equipos de cómputo domésticos y de oficina.

Tal era mi tesis entonces. Y actualmente lo sigue siendo.

Sin embargo, mi tesis original era muy, digamos, limitada. Software libre es blanco, bueno y puro; y el software comercial era negro, malo, perverso.

Al pasar del tiempo, la experiencia profesional me fue enseñando a superar este paradigma. Richard Stallman, filósofo, profeta y gurú del software libre, sostiene que no hay matices, lo bueno es bueno y lo malo malo. Quizás tenga razón, no digo que no. No quiero saberlo ni discutirlo, de hecho ya no quiero enredarme en cuestiones filosóficas sobre la bondad o maldad del software.

Y es que al final, resulta que hardware y software son herramientas que podemos utilizar. Si nos son útiles bien, y si no pues buscamos otras que sí nos sean de utilidad. Así es, ahora veo el software en términos de utilidad.

Y en este enfoque, resulta que el software libre por lo general me resulta más útil que el software comercial gracias a sus atributos propios: su bajo costo, su estabilidad, su portabilidad, su seguridad, su documentación y su soporte por parte de una amplia comunidad de usuarios y desarrolladores; atributos que casi siempre se quedan cortos si hablamos de software comercial.

Pero ojo, dije “por lo general”, “casi siempre”. El que yo prefiera utilizar software libre no implica que esté divorciado del software comercial. Si en la oficina donde trabajo tienen licencias para Windows y Office, pues usaré Windows y Office. Si la laptop que adquirí trajo Windows, pues usaré Windows (total que ya me lo cobraron). Si necesito aplicaciones o desarrollar servicios que sólo puedo probar bajo GNU/Linux, pues tal vez utilice una máquina virtual o quizás instale un servidor Linux, según se requiera.

Los fans de tal o cual tecnología podrán criticarme. Podrán tener razón. Podrán estar equivocados. Podemos enfrascarnos en una discusión estéril mientras nuevas tecnologías emergen haciendo obsoletas las tecnologías a las cuales intentamos aferrarnos. La era de las PCs va perdiendo protagonismo mientras las computadoras se vuelven más pequeñas y ubicuas: laptops, notebooks, netbooks, teléfonos celulares, tabletas… y lo que nos falta por ver.

Aquellas batallas “Netscape vs. Internet Explorer”, “PC vs Mac”, “Linux vs. Windows”, han quedado atrás, como atrás quedarán los debates “iOS vs. Android”, “Facebook vs. Google+”.

Y al final del día, en todas estas batallas hay una única vencedora: la Usabilidad.

La Usabilidad no es otra cosa que el grado en el que el diseño de un objeto (hardware o software) facilita su manejo. Si el programa es fácil de usar, poderoso, intuitivo, amigable, rápido, eficiente, seguro, etc., entonces prevalecerá ante la competencia hasta que surja otro programa más fácil de usar, más poderoso, más intuitivo, más amigable, más rápido, más eficiente, más seguro, etc. Darwinismo puro.

Y una de las paradojas de la usabilidad es su no-exclusividad: es decir, entre 2 productos que compitan entre sí, si uno tiene un alto grado de usabilidad, el otro también lo tendrá. Así que, por poner un ejemplo, si Facebook es útil, su competencia Google+ también lo es. Lo cual da licencia a que, entre dos opciones, podamos elegir las dos. Sin embargo, y esto es muy importante, esos dos productos, aunque similares, son distintos. Y si vamos a usar uno u otro lo haremos precisamente por aquello que les distingue. Por ejemplo, yo decido utilizar Facebook para estar en contacto con mi familia y amigos, y usar Google+ para ponerme en contacto con diversas empresas y profesionales de la tecnología.

Por eso no debemos “casarnos” con las herramientas. La tecnología actual es efímera, evolucionará para lograr una mejor usabilidad. Debemos ser capaces de utilizar adecuadamente las herramientas tecnológicas que tengamos hoy a nuestra disposición. Y también, debemos ser capaces de utilizar las herramientas correctas para lo que queremos realizar. Es decir, usar las herramientas correctas disponibles y usarlas bien.

Esa es la clave de la productividad, y tema de otro post futuro.

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